¿Cómo compiten las mujeres en la carrera reproductiva?


Mucho se ha escrito sobre la competencia con fines reproductivos entre hombres, sin embargo y con distintos métodos, esta lucha también se da con fuerza en el sexo femenino. Veamos de qué forma.


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Fue Charles Darwin el primero en decir que la competencia y la agresividad entre hombres tenía un objetivo fundamental: lograr la atención del sexo femenino con la finalidad de aparearse.
Bajo esta influencia (quizás también haya contribuido que hasta no hace mucho tiempo, los científicos eran casi todos hombres), la inmensa mayoría de las investigaciones sobre la competencia con fines reproductivos, estaban centradas en la lucha entre hombres con el objetivo de tener un más fácil acceso al sexo opuesto.

Recién a fines de la década del 70, la ciencia comenzó a investigar seriamente el mismo fenómeno del lado femenino. Bastaron algunos estudios para demostrar de forma convincente, que la visión clásica que hasta ese momento imperaba, de la mujer como poco competitiva, era errónea.
A partir de allí, algunos investigadores se dedicaron a estudiar la competencia propiamente femenina y su posición en la batalla para conseguir a la pareja adecuada.


De acuerdo con la teoría evolutiva de Darwin, la competencia sexual se refiere principalmente a resaltar aquellos rasgos que son atractivos para el sexo opuesto.

Los primeros estudios realizados a principio de los años 80 aseguraban que esta competencia tiene, en ambos sexos, dos características primordiales: la auto promoción y la degradación del competidor.
En los hombres, la auto promoción funciona exaltando su estatus social y sus capacidades físicas (los rasgos masculinos más deseados por las mujeres), en cambio la degradación de sus rivales pasa por menospreciar su fuerza física y económica.
En las mujeres, la auto promoción funciona enalteciendo su juventud y atractivo físico (los rasgos femeninos más deseados por los hombres), mientras que la degradación de sus rivales pasa por criticar la edad, la apariencia y el carácter de sus competidoras.

Poco tiempo después, un equipo de investigadores canadienses agregó dos técnicas adicionales: la manipulación de la pareja y la manipulación de la competencia.

La manipulación de la pareja implica, en cierto sentido, tratar de ganar la carrera lo antes posible, cuando todavía estamos primeros y antes que la competencia nos alcance. Por ejemplo, una chica trabaja en una oficina y es visitada por su novio en el lugar de trabajo asiduamente, un día comienza a trabajar en la oficina un compañero que le resulta muy atractivo, seguramente la chica se sentirá motivada para decirle a su novio que su jefe no ve con buenos ojos que él la visite mientras trabaja.

La manipulación de la competencia es hacer creer cosas negativas a los demás sobre la persona que nos interesa. Una analogía podría ser ir al cine, ver una película que nos parece excelente y al otro día decir a nuestros amigos que no vale la pena pagar una entrada para verla. O sea, desalentar a la competencia para que no coincida con nuestros gustos.


¿Cómo compiten las mujeres?

Refiriéndonos exclusivamente al sexo femenino, la competencia entre ellas tiene 3 características principales:

a) Proteger el cuerpo: Si bien pueden haber agresiones físicas entre mujeres, todos sabemos que son infinitamente menos frecuentes que las agresiones entre hombres. La mujer debe proteger su cuerpo del daño físico con el fin de no poner en riesgo su maternidad (presente o futura). Es por eso que el sexo femenino es más proclive a la confrontación verbal que a la física.

b) La motivación: La motivación para competir no funciona igual en todas las mujeres, por ejemplo, una mujer muy atractiva y de alto status está menos motivada para lidiar con determinadas competidoras (que no tienen su belleza y ni status), sentiría que es una pérdida de tiempo. Además una mujer bella que pretende distinguirse claramente del resto, podría ser blanco de hostilidades. Distintos estudios han corroborado que cuando una mujer muy atractiva y con status social pasa a integrar un cierto grupo (trabajo, universidad, etc.) las demás mujeres se tornan más solidarias entre si.

c) Exclusión social: En algunos casos las mujeres pueden protegerse contra posibles competidoras por medio de la exclusión. Si por ejemplo, una mujer muy atractiva entra en determinado círculo (barrio, estudio, club, etc.) las demás mujeres pueden darle la espalda, obligándola a retirarse de la escena, lo que aumentará las posibilidades con los hombres del entorno.


La perspectiva masculina de la mujer

En los últimos tiempos, algunas psicólogas feministas sostienen que la competencia entre mujeres es impulsada ya no por exigencias biológicas, sino más bien por mecanismos sociales. Según esta teoría, la competencia entre el sexo femenino se debe principalmente al hecho de que la mujer nace y crece en una sociedad dominada por hombres, o sea, asimilan la perspectiva masculina y la adoptan como propia.
Dicho enfoque feminista sostiene que muchas mujeres se ven influenciadas por lo que Karl Marx llamó la “falsa conciencia”.


Marx sostenía que el obrero de una fábrica que crea que su enemigo es otro obrero que desea su puesto de trabajo, tiene “falsa conciencia” porque debería entender que el verdadero enemigo es el dueño de la fábrica que los enfrenta, con el fin de someter a los dos y lucrar con el esfuerzo de ambos.

De acuerdo con este argumento muchas mujeres, sobre todo las feministas, reniegan que su verdadera competencia sean las otras mujeres, sino que apuntan al “establishment” masculino (y sobre todo machista) que controla la sociedad.

De cualquier forma, se esté de acuerdo o no con la tesis feminista, la competencia femenina tiene un precio. Esta disputa produce una tensión que, muchas veces, interfiere con la felicidad de las mujeres, especialmente las jóvenes.
Las investigaciones demuestran que a diferencia de los hombres, las mujeres tienden a ser más sensibles a la información emocional y son mejores para la decodificación de mensajes interpersonales y sociales sutiles. Además, el sentido de la autoestima del sexo femenino se basa más en las opiniones de su entorno.
Esta combinación de conciencia aguda y sensibilidad a las señales sociales, hace a las mujeres más vulnerables a las agresiones interpersonales directas o indirectas.


Para terminar...

La tendencia a competir entre las personas del mismo sexo, tanto hombres como mujeres, parece ser parte de nuestra programación genética y una característica de la herencia cultural humana.
Ni nuestros hábitos sociales y mucho menos nuestros genes, son fáciles de cambiar, pero el primer paso para reconocer un hábito, es al menos, tomar conciencia del mismo. Y de esa forma, al menos ser conscientes que a veces instintivamente manipulamos, avergonzamos o condenamos a otra persona (o personas), con tal de tratar de asegurarnos a la pareja que creemos más conveniente.